La resistencia a los antimicrobianos, cada más extendida tanto entre patógenos que afectan a los humanos como a los animales, es cada vez un problema de mayor calado para la sociedad. La resistencia de bacterias a la eficacia de los antibióticos ha puesto en alerta a las instituciones de salud de todo el mundo y ocupa una parte destacada en la agenda internacional al más alto nivel.

Naciones Unidas y la Organización Mundial de Salud ya han hecho un llamamiento urgente a la comunidad internacional para adoptar medidas que frenen el avance de estas resistencias antimicrobianas, ya que se estima que, la falta de avances en el logro de nuevos antibióticos y la resistencia desarrollada frente a los actuales provoca ya cerca de 3.500 muertes al año. La ONU estima que podrían morir 10 millones de personas por enfermedades, hoy erradicadas, que dejarían de ser tratables a causa de estas resistencias en 2050.

La solución pasa por encontrar nuevos antibióticos, pero el tiempo se agota y de momento hay que adoptar medidas para prolongar el mayor tiempo posible la eficacia de las sustancias antibióticas con las que contamos a día de hoy.

Para prolongar la vida útil de los antibióticos y frenar las resistencias no queda otra que optar por un uso responsable de los mismos. Y ese ha de ser un compromiso compartido por todos los agentes que de una manera u otra y al sector ganadero le toca asumir desde ya su parte alicuota de responsabilidad. 

Lo que está claro es que España es el país europeo que más cantidad de antibióticos utiliza en la cabaña, y, aunque en absoluto este hecho afecta a la seguridad alimentaria de nuestras producciones, puesto que los periodos de retirada están más que regulados y se cumplen a rajatabla y por imperativo legal, en un futuro más próximo de lo creemos esto podría ser utilizado por nuestros competidores como barrera comercial. Algo que tendría un grave impacto para el sector agroalimentario español, que aporta un 9% al PIB y es un exportador neto que ocupa el cuarto lugar en el mercado comunitario y el octavo a nivel mundial en ventas al exterior.

Partiendo de la premisa de que no se ve cuestionada la seguridad alimentaria y que para garantizar la salud animal y humana los antibióticos son fundamentales, el sector ganadero empieza a ser consciente de la necesidad de adelantarse a la legislación para adoptar todas las medidas necesarias que reduzcan el uso de antibióticos sin comprometer la sanidad ganadera.

Entre las medidas que apuntan los expertos, y aunque obvia, fundamental, les dejamos un dato: solo con medidas de higiene y bioseguridad la carga patógena en una explotación queda reducida al 90%. De entrada, igual que en un quirófano, con agua y jabón ya reducimos la posibilidad de que enfermen nuestros animales.

Pero, aun así, enfermarán y antes de aplicar el tratamiento hay que hacer un buen diagnóstico, es necesario mejorar las técnicas de diagnóstico rápido en el ámbito veterinario. Si además de hacer un buen diagnóstico y a tiempo ajustamos bien dosis, tiempo de tratamiento y vía de administración, ya estaremos contribuyendo a reducir el avance de las resistencias.

Pero no es tan sencillo. Sabemos que consumimos muchos antibióticos en ganadería, por encima de la media comunitaria, pero es fundamental monitorizar para saber en qué especies estamos usando de más, concretamente qué sustancias, porqué, para qué y cómo. Y en eso andan el sector y las autoridades sanitarias de la mano de la Agencia Española del Medicamento, para identificar los puntos de mejora y facilitar al sector las herramientas necesarias para hacer un buen uso de los antibióticos.

El próximo 18 de noviembre se conmemora el Día Europeo para el uso prudente de los antibióticos y el Ministerio de Sanidad presentará muchas de las medidas que contempla el Plan Nacional de resistencia a los antibióticos.

De momento el sector ya va mentalizándose de que el uso preventivo tiene los días contados y que antes o después llegarán las medidas de control estricto que obliguen a llevar un registro de patologías, sustancias antibióticas utilizadas, justificantes de uso, es decir, prescripción facultativa, la receta electrónica y mecanismos de reporte obligatorios a la administración para monitorizar el uso de estas moléculas.

Y como dice el Plan Nacional: Todos tenemos algo que aportar y todos tenemos algo que ganar (especialmente los ganaderos como personas y como criadores de animales) así que: todos a unirse al plan.

Es cuestión de responsabilidad y compromiso con la sociedad.

 

 

 

 

 

 

La situación sanitaria compromete la cofinanciación de los programas de control de esta enfermedad por parte de la UE y lo que es peor aún, pone en serio riesgo las exportaciones españolas.  

 

Así se ha puesto de manifiesto durante una reunión celebrada este miércoles día 19 de octubre en Mérida, organizada por la empresa de salud animal Zoetis y la Junta de Extremadura, y que gha reunido a cerca de 350 profesionales entre ganaderos, veterinarios y representantes de administraciones públicas y universidades.

Bajo el título Tuberculosis en ganado bovino: situación, perspectivas e impacto de las especies cinegéticas, el objetivo ha sido acercar posturas y buscar soluciones eficaces para controlar el avance de la tuberculosis en la región.

La consejera de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio de la Junta de Extremadura, Begoña García, ha defendido la gestión lleva a cabo por la Junta, apoyándose en la evolución positiva de las cifras de prevalencia y destacando el incremento notable de los presupuestos destinados a los programas sanitarios e indemnizaciones, ayudas a la repoblación de explotaciones con vacío sanitario y a la creación de cebaderos comunitarios, primando las explotaciones afectadas.  

Sin embargo no pece ser suficiente: así lo demuestra el mapeado comunitario de prevalencia para esta enfermedad, en el que  destacan como zonas “calientes” el Sur de España (con un incremento sostenido de los casos detectados desde 2014), Reino Unido y parte de Irlanda. De hecho España, Irlanda, Italia, Portugal, Reino Unido y Austria son los únicos países de la UE que tienen en la actualidad programas de erradicación de tuberculosis aprobados y cofinanciados por la Unión Europea en 2016 con una partida de 62.756.000 €.

Y o nos ponemos las pilas o está claro que nos jugamos esta dotación comunitaria. El objetivo está claro: reducir la presencia de la enfermedad hasta situar la misma por debajo del 2% en 2020, del 1% en 2025, e inferior al 0,1% en 2030. Para ello, tal y como se puso de manifiesto, el sector tiene que ser capaz de comprometerse a todos los niveles con el cumplimiento estricto del Plan Nacional de Erradicación de la tuberculosis, cuestionado por parte de veterinarios y ganaderos ante la puesta en duda de la fiabilidad de las pruebas diagnósticas y la falta de transparencia y descoordinación en los mensajes, según afirman sus representantes.

Los productores reclaman a las administraciones públicas que se publiquen los resultados de los programas y de las inspecciones, que se instaure una línea de ayudas para implementar medidas de bioseguridad en las granjas, y que se incentive a los ganaderos que están trabajando para erradicar la tuberculosis.

Por su parte los ganaderos deberían reflexionar, en palabras de sus propios representates, sobre si toman las medidas mínimas a su alcance: ¿hacen cuarentenas al introducir nuevos animales?, ¿tienen pediluvios o vallan los charcos?, ¿suelen rechazar camiones por falta de limpieza?...

Lo único que parece “blanco y en botella” es que en nuestro país el consumo sigue disminuyendo y que las exportaciones, que mantienen viva nuestra producción, podrían correr peligro de no tomarse cuanto antes medidas que contengan el avance de la tuberculosis.

Esperemos que, de una vez por todas, administraciones públicas, ganaderos y veterinarios sean capaces de aunar esfuerzos en pro del bien común, y de trabajar de forma coordinada para detener el avance de esta enfermedad zoonósica en el vacuno de carne extensivo en España.